30 de agosto de 2009

La realidad sometida

Tantas veces he detenido mi caminar, en los bordes de lo desconocido, que he tomado por la realidad, tan solo la parte de la misma que he sometido a mi seguridad. Siento temor a lo desconocido, no a lo que parece diferente, pero que es lo mismo. Por eso me creí más libre. Lo diferente, me parecía nuevo, cuando eran variaciones de un tema ya conocido.

28 de agosto de 2009

Contruímos o destruímos

A veces conciliar no es lo mismo que construir, sino sinónimo de permitir, de abandonarme, de no cuidarme, de evitar el conflicto. Otras en cambio enfrentar, construye, porque aclara y devuelve cada cosa a su sitio.

27 de agosto de 2009

Soltar







Tanto esfuerzo pongo en no perderme en el otro, que al final me pierdo en mi mismo. Se ha apoderado de mi una personalidad que suplanta la experiencia, que supone que vive, porque la razona, pero que la evita.



Digo que la evito, porque la aplazo (nunca es segura del todo), la disuelvo (resto importancia a lo que siento y le doy un lugar aparte) y la pienso (abro constantemente puertas para no cerrar ninguna).



Atrapado entre las redes de mi discurso e incapaz de vivir sin el, mi camino pasa por apoyarme en las razones que me den la suficiente confianza como para soltarlas y poder explorar la incertidumbre de no saber.

26 de agosto de 2009

La represión nunca fué salud












La represión nunca albergó la salud. Toda represión tiende a la división. Prefabrica la realidad y la acomoda a un modelo. Fuera de esto, hay que extinguir, no sea que nos invada. La represión nace del miedo, de la falta de la confianza en que podré afrontar esta experiencia con mis recursos. Nace de la negación de partes de uno mismo y de la falta de reconocimiento y espacio a lo que no nos gusta.



Quien reprime impone en algún rincón de su entender, que hay parcelas que deben ser de un modo y permanecer inalterables. Esto da origen a una defensa de lo construído. Edificar sobre este pilar, antes que en la posible renovación del mismo, nos desconecta de la vida.


Pone la energía en la contención, no en la apertura. En su propio esfuerzo por evitar, recorta posibilidades vitales, más allá del centro de obsesión. Tanto pongo en no cruzar las fronteras que eludo, que pierdo de vista lo inmediato. Por tanto la represión provoca falta de lucidez y visión.


La represión aisla, pues no me permite, ni ser, ni expresarme en mi totalidad. No todo lo que deseo me conviene, ni me hace bien, pero debe ser desde la libertad a la renuncia y no desde el temor que reprime.



La represión no solo poda las ramas, nos arranca las raíces, condenandonos a vivir en el aire.


Supone tener una puerta trasera que guardar, por donde en cualquier momento pueden aparecer nuestros peores fantasmas, esto nos impide estar disponibles y presentes, siempre con la atención dividida, no sea que algo se mueva. Supone tener siempre miedo a que ocurra lo que más se teme. Es una enorme privación de libertad personal.


Por último hay quien reprime con tal fuerza, que triunfa en erradicar. Estos suelen sentir que están por encima de los demás amparándose en su fortaleza, cuando lo que suelen alcanzar es un estado permanente de tensión que aflora en los alrededores.

25 de agosto de 2009

Aceptación

La aceptación de la singularidad del otro, solo puede venir de la diferenciación y el conflicto. Al menos el considerar que no lo evito, por temor. Sino me diferencio porque evito el conflicto, no puedo decir que acepto, sino que me resigno. Siento que solo arriesgando el conflicto, puedo llegar a la orilla de la aceptación. Lo demás es evitar el conflicto y vestirlo de aceptación, lo que no alcanza a ser más que resignación. Con esto tampoco apunto a que todo conflicto, tenga que acabar en aceptación, ni todo silencio en resignación. Pero subrayo que si manda el evitar el conflicto, no es aceptación.