Cuando anticipo las consecuencias, me divido, entre lo que quiero y lo que debo hacer para no sufrir aquellas. En cambio cuando me siento y actuo desde mi centro, asumiendo que las consecuencias son desconocidas e innegociables, puedo avanzar y enfrentar.
El miedo a las consecuencia, nos hace caer en concesiones y arreglos, que nos debilitan. Confundimos el no querer perder, con querer salvar el todo. No podemos trocear la situación, ni a la persona, ni nada de nada, viene como viene en bloque. Si no nos conviene, debemos ser consecuentes y afrontarlo; si nos conviene, aceptar la totalidad, pero dejar de pelearnos con nosotros mismos, entre lo que debería hacer y lo que realmente hago.
La única manera que alcanzó de resolver este crucigrama, es ponerme en lo que siento y asumir. Cuando pienso en las consecuencias, es el inicio de mi división.
La única manera que alcanzó de resolver este crucigrama, es ponerme en lo que siento y asumir. Cuando pienso en las consecuencias, es el inicio de mi división.
Válencia, 13 de septiembre de 2.015
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