21 de diciembre de 2009

20 de diciembre de 2009

6 de diciembre de 2009

5 de diciembre de 2009

El movimiento interrumpido

El miedo básico del egotista es la renuncia. Cree que mejor tener todo abierto, pues así puede tomar lo que precise. Más si no aprende a renunciar, nunca toma nada. Solo aplaza buscando lo mejor, lo perfecto o lo ideal, prefabrica la experiencia, la compara y siempre le falta algo.



Esto que se puede vivir como libertad, es lo más alejado, pues sin elegir nada, no hay implicación y nos perdemos en el mar de las posibilidades, sin concretar en nada. La libertad debe ser materializada en algo para que aporte crecimiento. En la libertad sin compromiso, encontramos el vacío de no crecer.



El problema es que creo ser libre, pues nada parece limitarme, ni condicionarme, cuando lo cierto es que la falta de implicación pone en evidencia la ausencia de compromiso personal con uno mismo.



Sin un otro no podemos crecer, sin compromiso, no hay implicación y sin esta, novedad que me afecte y me saque de mí mismo. Todo abierto, es no cerrar nada, no elegir nada, condenarme a lo de siempre, adornado con muchas ventanas llenas de color al exterior, pero que no son atravesadas y que solo reflejan la luz que existe fuera.



La condena de la falta de compromiso es la falta de plenitud, disfrazada de ligereza y de placer. La variedad sin implicación es hueca, sin transformación personal en manos del otro, entro en la experiencia tal y como salgo.



Creo que en último caso, la falta de implicación, no es más que la falta de confianza en mis recursos, falta de seguridad de que después de vivir la experiencia sabré asimilarla y desechar lo que sobre, para continuar creciendo de forma dinámica, tomando y soltando de las experiencias. Y esto solo se puede hacer con compromiso e implicación en el presente.