26 de septiembre de 2015

Invito o elijo ...

     Abandonar la idea de creer saber quien soy porque tengo memoria de mi historia y puedo saber que hice aquí o allí, me permite, experimentar algo desconocido para el ego, la pertenencia más allá de las relaciones. Aunque sea fugazmente, experimentar que me fundo, en algo más grande. Y a menudo me pregunto ¿cómo puedo sentir la pertenencia de esta manera ? ¿Cómo puedo estar tan conectado a la vida unas veces y cómo se me apagan tantas otras las luces ?

     Y siempre llego al mismo punto, cuando creo saber quien soy, de forma simultánea, edifico la fortaleza que me aisla. Y una vez aislado, me pienso y creo genero opciones, que igualo a libertad. Concluyo entonces, si algo sucede, yo soy en último término el responsable de lo que me pasa. Yo y la vida estamos separados. Yo intervengo, para que me de esto a aquello. Casi como si fuera al mercado y dijera, yo pongo esto, y tú, Vida, dame aquello, que es lo justo.

     Cuando esta creencia me abandona, no porque la deje en la orilla para probar otra cosa, sino porque no me la creo, siento que yo no elijo lo que sucede. Y a un nivel más profundo, puedo sentir que mi consciencia, invita en función de mi nivel evolutivo lo que me conviene. De mi depende asumir el reto de adentrarme en el misterio o agarrarme a la posición anterior de pensar que soy capaz de saber hacia donde voy y como conseguirlo o evitarlo.

     En ese sentido se puede parecer invito con elijo, pero no son lo mismo. Invito es me dejo llevar por lo que viene y aprendo de ello, aceptó el reto, aunque no me guste, me adentro en lo desconocido de qué me traerá, no lo interpreto, lo vivo y lo experimento. Cuando me gusta, siento alegría, me siento bendecido, siento gratitud. Cuando no me gusta, no trato de cambiarlo, sencillamente siento humildad, quien soy yo para pretender que soy más digno de otra cosa.

     En sentido contrario, cuando creo que elijo, ... busco, provoco, fuerzo que suceda esto y no aquello, me rebelo cuando no me gusta y trato de cambiarlo. Si sucede lo que quiero, me creo más grande. Sino alcanzo lo deseado, conectó con impotencia y desolación, me hago pequeño. 

     Y al final parece cuando elijo, que se trata de una cuestión de tamaño, mientras que cuando invito, todo es una oportunidad de experimentar mi profundidad en conexión con la vida. No soy ni más grande, ni más pequeño, no hay mérito, ni demérito, como mucho consciencia y evolución, porque ya me siento parte de la vida y no somos rivales.

     Al final se trata no tanto de elegir, sino de expresarme a través de lo que venga, de permitir, más que de dirigir, de abrir las manos y estar abierto, más de preservar o luchar. Porque en el fondo el debate de si puedo o no elegir, es el debate del ego que se siente amenazado, ante la idea de fundirse en la vida. Y eso que tanto teme, es lo que más anhela. 

     El ego busca la pertenencia en la conquista, y la vida no entiende de propiedades, entiende de conexiones, fusiones, entregas, lo demás nos guste o no, nos deja fuera, en mayor o menor medida. Yo elijo, es lo mismo que decir, yo puedo construir las fronteras de mi mismo, al margen de la vida, en lugar de experimentarme a través de la vida. Y ese para mi, es el gran pecado del ego, que se aísla, pretendiendo fundirse con una identidad propia. Y al final, la caida de las fronteras, frente a la realidad que se impone, es innegociable, ... podremos aplazar, podremos recular lentamente, podremos solo llegar a sentir que se requebraja esa frontera ... pero al final, en el fondo, todos sabemos que solo la podemos sostener como una idea, que no tiene entidad real.

     Cuando experimento esta sensación de caida de fronteras, más allá de todo, soy capaz de acoger lo imposible, sin proponerme cambiar nada, todo cambia, todo es posible, todo es misterio. Al no planificar, las olas de la vida me van llevando y solo sufro cuando pongo mi plantilla de lo que deberia ser y no es, ... hasta que vuelvo a recordar que eso mismo es una idea, sin realidad, que solo existe lo que es, no lo que pienso que soy. Y paradojicamente ahí me encuentro con mi inmensidad, mi misterio, mi luz y mi oscuridad y como hombre asisto fascinado a ese despliegue de vida.


Dedicado especialmente a Gemma y Ana, por una tarde tan divertida y llena de aprendizajes.

Valencia, 26 de septiembre de 2.015

17 de septiembre de 2015

La expansión nace del vacio

Resulta curioso y hasta paradójico, que la expansión, se alimente del silencio, de un cierto vacío. Casi como si para que se diera la expansión, uno tuviera que saber estar en el silencio, al acecho del movimiento, sin buscarlo, sin provocarlo. Sencillamente, es un silencio, que no busca, esa ausencia de ruido, que da el no esperar nada concreto, me permite expandirme.

Al contrario cuando pretendo que las cosas sucedan y algo se expanda por dentro, consigo el efecto contrario, es como si en la misma espera y en la misma búsqueda de que ocurra un movimiento, yo me impido, la apertura. 

Valencia, 12 de septiembre de 2.015

15 de septiembre de 2015

Anticipar, divide

Cuando anticipo las consecuencias, me divido, entre lo que quiero y lo que debo hacer para no sufrir aquellas. En cambio cuando me siento y actuo desde mi centro, asumiendo que las consecuencias son desconocidas e innegociables, puedo avanzar y enfrentar.

El miedo a las consecuencia, nos hace caer en concesiones y arreglos, que nos debilitan. Confundimos el no querer perder, con querer salvar el todo. No podemos trocear la situación, ni a la persona, ni nada de nada, viene como viene en bloque. Si no nos conviene, debemos ser consecuentes y afrontarlo; si nos conviene, aceptar la totalidad, pero dejar de pelearnos con nosotros mismos, entre lo que debería hacer y lo que realmente hago. 

La única manera que alcanzó de resolver este crucigrama, es ponerme en lo que siento y asumir. Cuando pienso en las consecuencias, es el inicio de mi división.

Válencia, 13 de septiembre de 2.015

13 de septiembre de 2015

Lo efímero

Valencia, 13 de septiembre de 2.015

Hay una toma de conciencia, que sucede de pronto, como un encuentro fortuito al doblar una esquina, con lo efímero. De repente y sin previo aviso, sabes profundamente, de manera incuestionable, que nada, absolutamente nada, viene para quedarse. Es un instante abrumador, porque de pronto la vida te arroja sin piedad, a que nada, absolutamente nada, permanece. Y esa comprensión, aunque sea fugaz, te deja huérfano de las seguridades donde habías cimentado el futuro. 

Esto, que no es nuevo, no creo que sea fácil de alcanzar. Y digo esto, porque a menudo, tomamos conciencia de que todo pasa, cuando miramos hacia atrás y vemos lo que partió. Esa mirada, no es la que señaló aquí. La mirada que se sobrecoge, no es por lo que partió, sino por el instante que se esta yendo, este presente que no se repetira jamás. Poder estar viendo a alguien y sentir profundamente que esta de paso, es sobrecogedor. Me quedo sin nada donde apoyar mi futuro, que no sea instalarme en exprimir el instante, con la mayor consciencia posible de todos los matices que pueda. Y no para recordar, cuando parta, sino para que su paso en mi haya dejado su huella, con la que me voy construyendo.

La conciencia de lo efímero, puede derivar en amargura, si me quedo con que nada se queda, si preciso la seguridad, que la vida no me puede dar, o por contra me puede llevar a la apertura, donde todo es posible y la confianza. De momento no conozco mayor apertura, ni rasgo de confianza.

10 de septiembre de 2015

Las almas libres

A menudo identificamos a un alma libre, con la libertad. Yo hoy siento que un alma libre no esta libre de condicionantes, ni es plenamente libre de hacer sin mirar aquello que desea.

Creo que la diferencia entre un alma libre y otra que no lo es, esta en que la primera arriesga permanentemente la frontera del yo, que conserva pero no es su prioridad. Viven permanentemente como nómadas del yo, buscando su esencia y su verdad.

Hacen de su búsqueda, su camino y a pesar de que siempre esta incompleto, pues no son la libertad, siempre van hacia ella. Frente a los que su manera de caminar es el asentamiento emocional y la estabilidad de lo que les rodea. Mientras unos se buscan y se desvelan, otros sienten haberse encontrado y se establecen en una parcela que denominan yo.

Al final se trata más de una inercia, que de un logro, de una manera de mirarse hacia dentro, que de una tierra concreta. Mas una tierra por descubrir, que se va mostrando al andar que de llegar a ningún lado. En ese sentido siempre están de paso, porque ningún lugar es lo suficientemente grande como para abrigar a un alma libre. Podrá estar un tiempo, casi hasta una vida, pero hay un movimiento interno que hará que antes o después parta, como las aves migratorias hacia su destino, siempre un poco mas allá. Y esto que no parece gran cosa, es lo que hace que sintamos que hay personas que no podemos atraparlas, porque en esencia, son buscadores de espacios, de lugares para poderse reconocer. No es que se cansen pronto, es que agotan el espacio y se tropiezan con las fronteras de su identidad y precisan no de novedad, sino de espacio para reconocer su inmensidad, esta que nunca pueden encontrar en los confines de lo conocido.

Podrá ser un hombre rutinario, pero en su mirada, mirara hacia allá y sabremos ver que aquí esta de paso.

Valencia, 10 de septiembre de 2.015

9 de septiembre de 2015

El miedo no vivido

La impotencia es un miedo interpretado y no vivido. Al dejar que la mente le de forma, perdemos la proporción y la esencia del mismo, en estériles y vacías ideas sobre su tamaño, forma, cualidad. El miedo, que es una fantasía de lo que vendrá, adquiere la proporción del desastre que alcanzamos a imaginar. Y aquí no tenemos fin. 

No nos damos cuenta de que el miedo no tiene entidad, más allá del pensamiento, porque si lo tuviera, se llamaría peligro y estaríamos en movimiento tratando de evitar esa situación de peligro real, no imaginado. Estaríamos en la acción. No pensaríamos me da miedo esto o aquello. 

El miedo interpretado, nos permite creer que avanzamos, pues damos vueltas en la cabeza, ¿será esto?, ¿será aquello? y a menudo esta especulación, este análisis de factores, lo damos por bueno para pensar que así avanzaremos con el tiempo sin mas que pensarlo. Creemos que así se resolverá y tal vez algún día por el mero paso del tiempo, se esfume. 

Pero no es así, el miedo tiene dos extrañas cualidades, es incansable e implacable. No nos abandona, salvo que le dejemos de interpretar y le permitamos que se exprese en su esencia. ¿Y eso como se hace?

Sencillo, una vez más, de simple que es, asusta. Si algo te da miedo, hazlo. Entonces te hablará pues le has permitido que cobre vida y desde ahí y solo desde ahí puede hablar. Todo lo demás es un monólogo con uno mismo, que no interactúa con el miedo e impide que lo trascendamos.

Lo cierto es que una vez atravesado, una parte se desvanece sin mas y otra nos habla del valor de lo que nos protegía y debíamos aprender a reconocer. 

Quien se detiene en el miedo, establece una frontera entre la vida y el, establece un reducto de falsa seguridad, que aisla, más que protege, pues el miedo arrecia en sus costas sin remedio. Quien detiene su paso ahí, sin remedio, conecta con el famoso... NO PUEDO !!

En sentido contrario, el atrevimiento de salir de la mente y arriesgar en lo incierto de la experiencia, siempre y aunque pueda doler deja el poso de ... ME DOLIÓ ... PERO YO PUEDO !! ...Y MI MUNDO ES UN POCO MAS ANCHO !!

Al final no se trata de resolver, ni de alcanzar la solución, sino de enfrentar.

Valencia, 9 de septiembre de 2.015

8 de septiembre de 2015

Incoherencias

A menudo tenemos conciencia de un vacío, que se estructura en torno a la falta de sentido de lo que hacemos. Es un vacío que arrecia en las orillas de la incoherencia, que viene disfrazado de cordero. ¿Por qué si me da esto, debo renunciar a todo ? ¿ Porque no adaptárme a lo que hay y no convertir un problema en una oportunidad de crecer en lo que no es perfecto ?

La cuestión una vez más, esta mal formulada. El peso de lo que no existe en esa relación, esa ausencia de lo que sea, es lo que le da dimensión, consistencia, entidad para que pese. Es la ausencia y no lo que hay. Poner el foco solo, en lo que hay es condenarnos a la incoherencia. 

Por ejemplo, nos puede dar compañía, pero no confianza. Entonces no me puedo abandonar en la relación y por tanto no puedo ser yo mismo hasta donde alcancara si hubiera confianza. Al contenerme, me quedo con partes, y esas partes se revelan contra mi en forma de vacío. Si hubiera confianza, nada me asegura que pueda ser perfecta, no lo será, pero no faltara nada, se dará sin mas, hasta donde lleguemos. 

Más en esa falta, no falla del otro, sino falta de la relación, es donde debemos detener nuestro paso. Pues es ahí donde debemos debatir el cómo queremos de la relación, para no incurrir en la incoherencia, que es la que nos arrastra al vacío.

Valencia, 7 de septiembre de 2.015

6 de septiembre de 2015

El desapego

Hacemos a menudo una identidad entre desapego y falta de interés por el otro. Como si el desapego irremediablemente nos condenara al abandono de las relaciones y a la dejadez, y ambas a la soledad y el aislamiento.

Yo creo que no me puedo reconocer, sino se da un espacio donde me encuentre con el otro, en un nosotros. Cada día me resulta más complejo separar qué es tu y qué es yo, y más sencillo observar el devenir del nosotros en constante movimiento. Con sus idas y venidas, con sus mareas, sus ciclos. 

Dicho esto, es decir que preciso del otro para reconocerme y del vínculo para pertenecer, ¿ donde ubico el desapego entonces, para que no me condene a la soledad ?

Sencillo, tanto que me fascina por su simpleza. El apego empieza en donde yo me invento lo que no existe y lo colocó en la relación. Es justo ahí donde me engancho a una fantasía y me quedo colgado de poder completarla, si en mi molde no encaja. Es justo en la torpeza de querer que sea lo que no es, donde empieza el apego, porque este nace de la insuficiencia en mi, que busca completarse en una idea y quiero algo que no existe, por eso me vuelvo carente, dependiente, apegado.

Si en lugar de inventarme lo que hay, lo disfruto y lo experimento, sin más, no me apego, siempre es lo que se da y nunca hay juicio de bueno, ni malo, se da y en este sentido es perfecto, completo y lo más grande, yo soy libre y no preciso apegarme a ninguna fantasía.

Esto no evita el dolor, pero duele la vida real y conlleve la tristeza que nos devuelve a la vida y no nos deja a la deriva de la melancolía, esta que se recrea en lo que pudo haber sido y no fue.

Valencia, 6 de septiembre de 2.015

3 de septiembre de 2015

Un poco más libre

Allá donde ponemos nuestro intento, por el simple hecho de ir hacia ello, nos va dando la forma que buscamos. Así si un hombre anhela la libertad y cada día, al reconocer su permanente falta de libertad, trata de ir más allá de sus límites y condicionantes, sentirá que al expandir su consciencia en pequeños espacios nuevos, al atreverse cada día un poco más allá de sus prejuicios y limitaciones, esos espacios que aún no son la Libertad con mayúsculas, son la antesala de la sensación de la libertad.

No son la Libertad, nunca lo serán, esto son palabras mayores, pero la sensación de ir hacia una mayor libertad es impagable. 

Y cuando digo ser más libre ... ¿Qué estoy diciendo en realidad? porque hay tantas ideas como personas sobre la libertad.

Para mi no es más  libre quien más se mueve, sino quien más enfrenta sus miedos, sus creencias que le limitan con medias verdades; quien más contrasta su discurso con la realidad; quien más se atreve a exponerse a no saber ni por donde seguir, cuando algo le seduce por allí; quien más muestra su vulnerabilidad, no tanto su músculo (aquello donde sabemos somos buenos y nos defendemos bien ); es más libre, quien sufre por que apuesta a riesgo de amar sin ser correspondido, es más libre quien no se conforma con los sucedáneos, quien mira de frente y es capaz de decir su verdad, aunque no guste y nos rechacen; quien sabe escucharse más allá de lo aparente y seguir a su corazón sin demora; quien busca ser más verdad; quien no atiende a lo convencional, porque es mas cómodo; quien cuida y al mismo tiempo se cuida; quien llega a sus conclusiones porque las ha experimentado, no porque se las contaron; quien sabe retirarse, cuando no tiene sentido perseverar, si ya nada cambia; quien no acepta relaciones de dependencia; quien apoya la libertad aún cuando no nos eligen; quien sabe callar lo que sobra y no aporta nada constructivo y enfrenta lo que si aclara; quien no se detiene en lo cómodo; quien está abierto a que el otro le transforme y no se empeña en defender ese pequeño reducto que llamamos yo.

Quien sabe tal vez algún día no solo sea un intento y me pueda reconocer plenamente aquí.





Valencia, 29 de agosto de 2.015