26 de noviembre de 2010

Trocear lo que está unido


A menudo tratando de paliar alguna parcela personal, dañamos la totalidad de lo que somos. Aparentemente no hay razón para no atender aquella, salvo si el resultado global es la falta de sentido o el vacío vital.

Olvidarnos de que toda parte está relacionada de algún modo con la totalidad, a la que afecta y condiciona, es pretender trocear las necesidades personales, como si estas no repercutirán en la configuración de lo que somos como una totalidad.

Creo que uno debe ir hacia la integración de sus necesidades y no hacia la atención fraccionada de las mismas. Es decir que si ignoramos por ejemplo, nuestra parte espiritual y nos centramos en la sexualidad, podemos en esa desatención a la totalidad (cómo se afectan mutuamente espiritualidad y sexualidad) caer en el vacío. De forma similar si atendemos solo a lo espiritual y nos olvidamos de lo material, caeremos en la falta de arraigo, que de nuevo daña nuestra totalidad.

Al final creo que uno de los retos para ser feliz, es atendernos como totalidades y no trocear lo que en realidad está unido, que es lo que somos.

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