9 de septiembre de 2015

El miedo no vivido

La impotencia es un miedo interpretado y no vivido. Al dejar que la mente le de forma, perdemos la proporción y la esencia del mismo, en estériles y vacías ideas sobre su tamaño, forma, cualidad. El miedo, que es una fantasía de lo que vendrá, adquiere la proporción del desastre que alcanzamos a imaginar. Y aquí no tenemos fin. 

No nos damos cuenta de que el miedo no tiene entidad, más allá del pensamiento, porque si lo tuviera, se llamaría peligro y estaríamos en movimiento tratando de evitar esa situación de peligro real, no imaginado. Estaríamos en la acción. No pensaríamos me da miedo esto o aquello. 

El miedo interpretado, nos permite creer que avanzamos, pues damos vueltas en la cabeza, ¿será esto?, ¿será aquello? y a menudo esta especulación, este análisis de factores, lo damos por bueno para pensar que así avanzaremos con el tiempo sin mas que pensarlo. Creemos que así se resolverá y tal vez algún día por el mero paso del tiempo, se esfume. 

Pero no es así, el miedo tiene dos extrañas cualidades, es incansable e implacable. No nos abandona, salvo que le dejemos de interpretar y le permitamos que se exprese en su esencia. ¿Y eso como se hace?

Sencillo, una vez más, de simple que es, asusta. Si algo te da miedo, hazlo. Entonces te hablará pues le has permitido que cobre vida y desde ahí y solo desde ahí puede hablar. Todo lo demás es un monólogo con uno mismo, que no interactúa con el miedo e impide que lo trascendamos.

Lo cierto es que una vez atravesado, una parte se desvanece sin mas y otra nos habla del valor de lo que nos protegía y debíamos aprender a reconocer. 

Quien se detiene en el miedo, establece una frontera entre la vida y el, establece un reducto de falsa seguridad, que aisla, más que protege, pues el miedo arrecia en sus costas sin remedio. Quien detiene su paso ahí, sin remedio, conecta con el famoso... NO PUEDO !!

En sentido contrario, el atrevimiento de salir de la mente y arriesgar en lo incierto de la experiencia, siempre y aunque pueda doler deja el poso de ... ME DOLIÓ ... PERO YO PUEDO !! ...Y MI MUNDO ES UN POCO MAS ANCHO !!

Al final no se trata de resolver, ni de alcanzar la solución, sino de enfrentar.

Valencia, 9 de septiembre de 2.015

8 de septiembre de 2015

Incoherencias

A menudo tenemos conciencia de un vacío, que se estructura en torno a la falta de sentido de lo que hacemos. Es un vacío que arrecia en las orillas de la incoherencia, que viene disfrazado de cordero. ¿Por qué si me da esto, debo renunciar a todo ? ¿ Porque no adaptárme a lo que hay y no convertir un problema en una oportunidad de crecer en lo que no es perfecto ?

La cuestión una vez más, esta mal formulada. El peso de lo que no existe en esa relación, esa ausencia de lo que sea, es lo que le da dimensión, consistencia, entidad para que pese. Es la ausencia y no lo que hay. Poner el foco solo, en lo que hay es condenarnos a la incoherencia. 

Por ejemplo, nos puede dar compañía, pero no confianza. Entonces no me puedo abandonar en la relación y por tanto no puedo ser yo mismo hasta donde alcancara si hubiera confianza. Al contenerme, me quedo con partes, y esas partes se revelan contra mi en forma de vacío. Si hubiera confianza, nada me asegura que pueda ser perfecta, no lo será, pero no faltara nada, se dará sin mas, hasta donde lleguemos. 

Más en esa falta, no falla del otro, sino falta de la relación, es donde debemos detener nuestro paso. Pues es ahí donde debemos debatir el cómo queremos de la relación, para no incurrir en la incoherencia, que es la que nos arrastra al vacío.

Valencia, 7 de septiembre de 2.015

6 de septiembre de 2015

El desapego

Hacemos a menudo una identidad entre desapego y falta de interés por el otro. Como si el desapego irremediablemente nos condenara al abandono de las relaciones y a la dejadez, y ambas a la soledad y el aislamiento.

Yo creo que no me puedo reconocer, sino se da un espacio donde me encuentre con el otro, en un nosotros. Cada día me resulta más complejo separar qué es tu y qué es yo, y más sencillo observar el devenir del nosotros en constante movimiento. Con sus idas y venidas, con sus mareas, sus ciclos. 

Dicho esto, es decir que preciso del otro para reconocerme y del vínculo para pertenecer, ¿ donde ubico el desapego entonces, para que no me condene a la soledad ?

Sencillo, tanto que me fascina por su simpleza. El apego empieza en donde yo me invento lo que no existe y lo colocó en la relación. Es justo ahí donde me engancho a una fantasía y me quedo colgado de poder completarla, si en mi molde no encaja. Es justo en la torpeza de querer que sea lo que no es, donde empieza el apego, porque este nace de la insuficiencia en mi, que busca completarse en una idea y quiero algo que no existe, por eso me vuelvo carente, dependiente, apegado.

Si en lugar de inventarme lo que hay, lo disfruto y lo experimento, sin más, no me apego, siempre es lo que se da y nunca hay juicio de bueno, ni malo, se da y en este sentido es perfecto, completo y lo más grande, yo soy libre y no preciso apegarme a ninguna fantasía.

Esto no evita el dolor, pero duele la vida real y conlleve la tristeza que nos devuelve a la vida y no nos deja a la deriva de la melancolía, esta que se recrea en lo que pudo haber sido y no fue.

Valencia, 6 de septiembre de 2.015

3 de septiembre de 2015

Un poco más libre

Allá donde ponemos nuestro intento, por el simple hecho de ir hacia ello, nos va dando la forma que buscamos. Así si un hombre anhela la libertad y cada día, al reconocer su permanente falta de libertad, trata de ir más allá de sus límites y condicionantes, sentirá que al expandir su consciencia en pequeños espacios nuevos, al atreverse cada día un poco más allá de sus prejuicios y limitaciones, esos espacios que aún no son la Libertad con mayúsculas, son la antesala de la sensación de la libertad.

No son la Libertad, nunca lo serán, esto son palabras mayores, pero la sensación de ir hacia una mayor libertad es impagable. 

Y cuando digo ser más libre ... ¿Qué estoy diciendo en realidad? porque hay tantas ideas como personas sobre la libertad.

Para mi no es más  libre quien más se mueve, sino quien más enfrenta sus miedos, sus creencias que le limitan con medias verdades; quien más contrasta su discurso con la realidad; quien más se atreve a exponerse a no saber ni por donde seguir, cuando algo le seduce por allí; quien más muestra su vulnerabilidad, no tanto su músculo (aquello donde sabemos somos buenos y nos defendemos bien ); es más libre, quien sufre por que apuesta a riesgo de amar sin ser correspondido, es más libre quien no se conforma con los sucedáneos, quien mira de frente y es capaz de decir su verdad, aunque no guste y nos rechacen; quien sabe escucharse más allá de lo aparente y seguir a su corazón sin demora; quien busca ser más verdad; quien no atiende a lo convencional, porque es mas cómodo; quien cuida y al mismo tiempo se cuida; quien llega a sus conclusiones porque las ha experimentado, no porque se las contaron; quien sabe retirarse, cuando no tiene sentido perseverar, si ya nada cambia; quien no acepta relaciones de dependencia; quien apoya la libertad aún cuando no nos eligen; quien sabe callar lo que sobra y no aporta nada constructivo y enfrenta lo que si aclara; quien no se detiene en lo cómodo; quien está abierto a que el otro le transforme y no se empeña en defender ese pequeño reducto que llamamos yo.

Quien sabe tal vez algún día no solo sea un intento y me pueda reconocer plenamente aquí.





Valencia, 29 de agosto de 2.015

29 de agosto de 2015

Tres formas de pensar

Hay quien no piensa porque no quiere saber, hay quien si porque se enreda y hay quien lo hace porque busca la verdad. Son tres formas de pensar y de estar en el mundo.

Los primeros simplifican hasta límites inimaginables la realidad, con la primera idea que puede tener cierta veracidad. Piensan, concluyen, congelan la realidad en paquetes estrechos y se hacen una idea bastante plana y predecible de la vida. No suelen ser personas de cambios, son de preservar lo establecido, el orden de lo que hay, no se cuestionan la parte de realidad de lo que sostienen y mucho menos la parte que falta.

Los segundos, se enredan en análisis inútiles, especulaciones intelectuales, sin llegar a ningún lugar, abren puertas e ideas, las consideran, las escuchan, las contemplan, pero no las contrastan con la experiencia. Divagan, y crean un mundo paralelo a la realidad que no sostiene los envites de la vida. Piensan y mucho, pero es mucho inútil. Se inventan premisas y elaboran a partir de ahí, dando validez a esto, pues desciende de una premisa sugerente. No se dan cuenta de la premisa es un invento frente a la realidad. Es un condicional, no una entidad real, no atiende mas que a un supuesto. Todo lo que desciende de ahí, no hace sino ahondar el espacio que existe entre la realidad y el supuesto. Es un pensamiento muy activo, pero poco práctico y poco real. Entretiene, pero no sana.

Y por ultimo, hay quien piensa buscando traducir su experiencia en palabras, así da forma a lo concreto, lo contrasta, lo elabora con el discurso, con la finalidad de ir siempre hacia una verdad más amplia, más extensa, más ancha. No especulan, barajan las explicaciones y las someten al contraste de la vida y lo bajan a tierra, para que adquiera peso,consistencia, fuerza ... Y sobre todo para que cada día puedan sentir que su mundo realmente es mas ancho, su mundo vital, no el pensado, cada resuelven mas cosas y se atreven a mas cosas, enriquecen su discurso de su experiencia.

Todos piensan, unos sobre las creencias, otros sobre las premisas y otros sobre la vida ... No todos pensamos igual, ni construimos igual.


Valencia, 29 de agosto de 2.015

27 de julio de 2015

El hombre coherente, resuelve

        Cuando sentimos que algo debe ser resuelto, de forma tan clara que nos persigue, que no hay dudas, es momento de enfrentar o resolver. Sino encaramos el reto, este empezara a perseguirnos sin descanso, asolando nuestro ánimo, debilitando nuestra fortaleza y resistencia. Prolongar las dudas, es agonizar. En realidad ya no hay dudas, solo falta de coraje,

       En tal caso, la cuestión de fondo ya esta madura y demorarlo es arriesgarnos a que empiece a pudrirse, talando nuestra autoestima lentamente. Esa falta de coraje, dinamita internamente nuestro auto apoyo y consistencia.

        Empezamos a perdernos, cuando no somos capaces de tomar decisiones. Estas decisiones que ya han agotado las dudas y los debates. No importa tanto que sean acertadas. Si son llamadas internas, solo podemos atenderlas, para recuperar la autoestima, la alegría, la confianza en uno mismo y en la vida. Confianza que perdemos sin remedio, si flaqueamos, como si la vida supiera que al arrugarnos, no confiamos.

         Cuando somos coherentes por dentro y resolvemos en lo que nos toca, sin mirar los resultados, preservamos algo interno que nos devuelve fortaleza y consistencia, a pesar de lo que se pueda perder y confianza en la vida.

        
        Valencia , 27 de Julio de 2.015



26 de julio de 2015

El movimiento del cambio

Todo cambio, si es profundo, nos arrastra hacia el caos. Ese espacio intermedio, donde que lo era, ya no es, y donde lo nuevo aun no se ha instalado. Vemos con terror como lo anterior se va desplomando lentamente y otra realidad se va imponiendo en su lugar. Realidad que no tiene una forma concreta, ni predecible.

Entonces nos urge resolver esa inquietud, esa falta de claridad, la confusión que nos deja a la intemperie, desnudos ante nuestros pequeños temores que parecen tener altavoces. Estar en ese lugar de confusión, no es sencillo, uno parece estar en unas arenas movedizas, sin saber ni donde podrá posarse, para avanzar. Todo bajo los pies se mueve, es escurridizo, inestable. Si uno atiende la urgencia, inmediatamente siente que huye; si uno se queda sin hacer nada, siente que nada cambiara y de ahí no saldrá en la vida, conecta con la víctima y se acaba sintiendo abrumado en su impotencia.

Y de pronto uno se da cuenta, de que no hay nada que resolver, nada que hacer, que la cuestión que ocasiona el problema es no respetar el ritmo del cambio. Ante la inquietud, parece que uno debe responder como salir de ahí y lo que no vemos, es que precisamente en esa idea de salir antes de tiempo, es donde me creo el problema, porque el cambio se va dando, pero no al ritmo, ni en la dirección que mi mente puede anticipar. Se da sin mas, se despliega, sino lo interrumpo, sino lo presiono, sino le pongo metas, ni siquiera objetivos.

La cuestión no es hacer o dejar de hacer, sino más bien, no buscar la respuesta, sino permitir que aparezca, observar la respuesta en el propio discurrir del proceso. La clave no es hacerme preguntas para enfocar mi energía, sino abandonar las preguntas y escuchar en silencio lo que viene. No se trata de salvarse del naufragio, sino contemplar como nos lleva la vida a otra orilla, a pesar de la idea de que en medio somos unos perdedores.

La inquietud de no saber hacia donde vamos, puebla nuestra mente de fantasmas, dudas y temores, que son únicamente el reflejo de un no saber, cuando como reflejo, no tienen entidad. Son ilusiones de la mente que rellena el espacio desconocido con lo primero que tiene a mano. 

A menudo permitir el silencio, hace que este se exprese y descubro el movimiento del cambio frente a la sensación de naufragio.