20 de noviembre de 2009

Dejar de pensar




Todo pensador (aquel que busca causas y efectos), tiene miedo a vivir (estar disponible a la experiencia, abierto al presente y a responder en función de lo que siente) Sin un pensamiento al que acudir, se pierde en la experiencia; sin una razón para sentir, se desorienta.

El pensador, busca razones y causas para adornar su miedo, sin darse cuenta de que estas, son precisamente las que le dan espacio fuera del momento presente. Busca saber, pero busca siempre fuera del ahora y es al buscar fuera que evita lo que anhela (mayor paz, mayor libertad, mayor presencia), pues con las vestiduras de la razón, disfraza su carencia más fundamental que es que no está aquí, pues teme no saber, no conocer, no controlar, no reconocerse.

El pensador controla en su mente el tiempo ... si pasa esto, entonces, lo otro ... si haces esto, ... entonces haré aquello, ... Pensar para organizar la realidad es la prueba más obvia (oculta al mismo pensador, que alardea de profundidad, donde solo hay enredo, cortes en el tiempo y el espacio, creados para calmar su sed de paz y justificarse) de que no es capaz de asumir la experiencia del presente.

Y lo que parece que esta bastante claro, es que la vida se vive en el presente. Pensar en el presente, no es más que inventar tiempo fuera del presente, o lo que es lo mismo, dejar de vivir, tratando de anticipar lo por venir o consolar lo pasado.

Para llegar a esto, uno tiene que agotar el camino de la razón, con la sequía vital que produce, para poder comprender lo árido que es vivir en el tiempo y en la mente.

La trampa del pensador es que es capaz de inventar puertas de acceso, fantasías de libertad, conjeturas de un más allá, pero olvida que lo que busca, evita.

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