1 de febrero de 2011

Troceando la realidad


“ Cada vez que me etiquetas, me derrotas “

J. P. Sartre.


Cada vez que nos referimos a nosotros mismos como algo estático, que se puede clasificar u ordenar, que excluye la diversidad y la anula, nos estamos negando nuestra propia singularidad. Esta que surge de ser esto y lo contrario, en según que momento. Dejamos de esta manera de ser seres que se eligen, a ser seres que se piensan. Es decir dejamos de considerar que el abanico de posibilidades, es la totalidad de las mismas, para ser lo que quisiéramos ser con relación a alguna referencia de lo bueno o lo malo. Con esto lo único que hacemos es negarnos como seres humanos, y congelarnos a una idea de nosotros mismos tan limitada como empobrecedora.

Solo quien considera que puede ser esto y su contrario y que su libertad la ejerce para elegir que versión saca en cada momento y es capaz de integrar ambas caras de una polaridad, camina hacia su crecimiento personal.

La tensión que se genera con los opuestos nos da la energía para la vida. De cómo manejemos esa energía, integrando o excluyendo ámbitos de nuestra personalidad, alcanzaremos equilibrios mejores o peores.

Cada vez que negamos una polaridad, esta se apodera de nosotros y trabaja en la sombra para boicotear nuestras pretendidas virtudes y excelencias. Estas solo podrían llegar a serlo con el complemento de sus contrarios, con los que adquieren fuerza y consistencia.

Así la bondad sin mas, podría estar más cerca de la ingenuidad, porque la bondad que no combate el mal, es permisiva y de este modo alimenta el mal. Sin embargo si integramos la capacidad de defender el bien con la fuerza del mal, podremos ser justos y contribuir activamente al bien.

Las polaridades son personales ( es decir no son universales), son variables ( no siempre se viven las mismas, algunas se integran y otras no, dejando caminos alternativos despejados a integrar otras nuevas) y pueden ser múltiples ( habiendo varias para una misma cualidad).

La persona sana es la que tiene más polaridades integradas, cuantas más tenga, más completa estará, más libre podrá elegir y más capaz será de canalizar sus necesidades. Siendo importante al menos que las considere en su conciencia, aunque no sea capaz de integrarlas, ya que de este modo al menos no las proyectará fuera.

El mundo se hace polar en la medida en que lo nombramos, mientras no lo hacemos lo sentimos como una totalidad. Nombrar es dividir lo que es, de lo que no es; es trocear; es cortar esto sí, esto no, y por tanto, es perder la unidad que precede al nombrar. Afirmar, supone al mismo tiempo negar lo contrario, sin lo cual lo primero no seria. Al nombrar surgen las polaridades. Como tales no dejan de existir aunque las neguemos, están ahí y se descomponen en dos cuando las fraccionamos o las negamos.

Preferimos muchas veces, eludir nuestras partes oscuras y ponerlas en los demás, antes que pelearnos con nosotros mismos. Es más sencillo pensar que el otro debe cambiar antes que nosotros, ya que esto último genera angustia.

Hay un punto desde el que se pueden contemplar las polaridades que es el cero, o punto de indiferencia de ambas, que es donde todo es potencia y nada es. Desde ahí si admitimos ambas opciones como posibles empezaremos a caminar en la que se corresponda con nosotros. Aquella que se integre mejor con nuestro proyecto vital.

Por último siguiendo a Milton tenemos tres polaridades básicas que son : actividad – pasividad, sujeto – objeto y placer – dolor. Que van a marcar la forma en que un individuo se maneja en el mundo para su satisfacción.

Actividad – Pasividad. Podemos tomar la iniciativa para crear los acontecimientos que nos rodean, o bien podemos reaccionar a los mismos sin más.

La dimensión sujeto – objeto, hace mención a si buscamos la satisfacción en nosotros o en el otro.

La última hace mención a si buscamos el placer o eludimos el dolor.






Valencia, 22 de febrero de 2.006

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