27 de enero de 2011

La satisfacción de las necesidades

El ser humano en su constante búsqueda de satisfacción de sus necesidades, debe ineludiblemente encontrarse con el entorno para cubrirlas. El lugar donde individuo y entorno se tocan para poder alimentarse, nutrirse, crecer y asimilar lo que le sirve, es la frontera contacto. Esta frontera esta llena de puertas de acceso (si deja que la energía discurra con fluidez), o que están bloqueadas (sí en algún punto del proceso la energía se ve interrumpida).

De cómo maneje el individuo esta aproximación al entorno encontrara en este lo que precisa (satisfacción) o se frustrará (perdiendo energía).

El proceso por el cual un hombre interrumpe su fluir, en beneficio de algo más estable y seguro, pero menos útil, es lo que da lugar a la neurosis. Haciendo que este ser humano que ha sido capaz de solucionar un asunto con un éxito aceptable, caiga en la trampa de pensar que es la forma de resolver todo aquello que se le parezca. Lo que en principio fue una respuesta ingeniosa y creativa, con el tiempo no deja de ser una más entre otras, que excluye la renovación y reelaboración de lo que es más adecuado, cuando las circunstancias cambian.

Partiendo del reposo, donde todas las posibilidades están dormidas a la espera de que algo las active, donde todo es potencial y nada está definido, se inicia un ciclo que se va desarrollando hasta el cierre de la necesidad (cumplimiento) o la elusión (asunto pendiente). Partiendo de este reposo, todo es fondo y nada llama nuestra atención. Poco a poco, irán surgiendo las sensaciones, que darán paso a la formación de figuras, para pasar a la acción y el contacto, y retornar al reposo una vez más si todo se completa. Volviendo a empezar de nuevo otro ciclo con lo asimilado y desechado de la anterior experiencia.

Uno inicia el proceso y al atravesarlo se transforma, enriqueciéndose (si lo completa) o empobreciéndose (si no lo cierra), habiendo depurado, asimilado y eliminado todo lo que no tiene que ver con uno. Por tanto en este continuo proceso de cierres se va creciendo lentamente obteniendo del entorno lo necesario para avanzar.

Cierto es que este proceso se ve interrumpido en múltiples ocasiones y que no se desarrolla de forma tan limpia. Dando origen a situaciones que nos atascan y nos enredan, que se mantienen en suspenso hasta que somos capaces de crear la situación donde seamos capaces de avanzar.

Estos asuntos pendientes, nos arrojan de lleno una y otra vez a ponernos a prueba, porque estamos particularmente dotados para reconocer cada una de las infinitas posibilidades que la vida nos ofrece, de cerrar lo que aún está sin hacerlo. Como quiera que tenemos una necesidad de cerrar asuntos y que estos nos persiguen de las maneras más sutiles, buscamos las oportunidades una y otra vez de perfeccionarnos y de corregir nuestras limitaciones.

Casi es como si la vida con su constante ir y venir, nos diera una y otra vez la oportunidad de hacernos más grandes ante nosotros mismos. Reconocer que un día erramos, no es determinante, reconocerlo nos da la lucidez, de poder liberarlo, de poder perdonarnos, de poder elegir diferente y mejor lo que precisemos. La vida es rica en oportunidades y solo cuando uno está preparado, la vida se nos ofrece como un lugar donde aprender.

Es muy importante que en el desarrollo de este proceso, uno maneje adecuadamente los pasos naturales de contacto y retirada. Alargar o retardar cualquiera de los dos supone perder energía y aceptar como útil, una interrupción o desvío del proceso.

Es también importante que se maneje con fluidez el paso de la conciencia a la acción, ya que una sin la otra no resultan de ayuda para cubrir las necesidades. Si tenemos conciencia sin acción, todo se queda en la fantasía y se desvanece. La acción sin conciencia, nos deja expuestos a lo compulsivo sin criterio, sin filtro, sin medida, sin saber si nos pertenece o no, sin discriminación. Por tanto una y otra se complementan de forma que el paso de una a la otra, es necesario en el individuo sano.

Dentro de cada uno de nosotros, hay una parte receptiva y otra activa, una femenina y otra masculina. Saber manejarlas sin excluir ninguna, estar en contacto con ambas y poder reconocer que hay un tiempo para sembrar, otro para dejar crecer y otro para recoger los frutos, sin saltar, eludir, pasar por encima o precipitar, es fundamental para un contacto sano y respetuoso y por extensión para una vida rica y plena.

En este proceso de satisfacción de las necesidades, hay quien pone el empeño, en obtener del entorno la fuente de su satisfacción y quien se lo procura desde uno mismo. Dependiendo de cómo uno maneje estas dos fuentes, podrá enriquecer sus posibilidades o podrá estancarse (aislándose en el caso de pensar que uno solo se puede nutrir en soledad o fundiéndose en el mundo pensando que este debe nutrirle de todo). Según que patrón adoptemos temeremos al mundo, porque sino nos aporta lo que queremos nos frustra o podremos pensar que somos autosuficientes en todo, aislándonos.

Hay algunas necesidades que son de déficit y han de ser cubiertas por otros, y tienen un principio y un final; y hay otras que son de desarrollo, que crecen y no tienen fin y no dependen de los demás.

Hay una tendencia a la propia perfección que está enturbiada por el miedo que tenemos a ver la grandeza que albergamos y que guardan los demás. No solo tememos a nuestros fantasmas, sino que nos aterra nuestra propia grandeza. Todo esto dificulta el normal desarrollo de la experiencia de ser, descubriéndose.

Cada una de las fases tiene su propio temor, sus aspectos positivos, sus bloqueos, sus miedos y cubren una necesidad. Comprender a fondo donde nos atascamos, nos deja la oportunidad de poder elegir, de poder cambiar, de poder aprender de nuestros errores o limites, sabiendo que estos se pueden trabajar porque los podemos ver. Solo aprendiendo que estos bloqueos nos son útiles y que no debemos eliminarlos, sino ampliarlos aprendiendo a manejarlos de forma más selectiva, apoyándonos en ellos y generando alternativas diferentes podremos dar mejor salida a nuestras necesidades.


Valencia, 3 de enero de 2.006

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