21 de diciembre de 2009

20 de diciembre de 2009

6 de diciembre de 2009

5 de diciembre de 2009

El movimiento interrumpido

El miedo básico del egotista es la renuncia. Cree que mejor tener todo abierto, pues así puede tomar lo que precise. Más si no aprende a renunciar, nunca toma nada. Solo aplaza buscando lo mejor, lo perfecto o lo ideal, prefabrica la experiencia, la compara y siempre le falta algo.



Esto que se puede vivir como libertad, es lo más alejado, pues sin elegir nada, no hay implicación y nos perdemos en el mar de las posibilidades, sin concretar en nada. La libertad debe ser materializada en algo para que aporte crecimiento. En la libertad sin compromiso, encontramos el vacío de no crecer.



El problema es que creo ser libre, pues nada parece limitarme, ni condicionarme, cuando lo cierto es que la falta de implicación pone en evidencia la ausencia de compromiso personal con uno mismo.



Sin un otro no podemos crecer, sin compromiso, no hay implicación y sin esta, novedad que me afecte y me saque de mí mismo. Todo abierto, es no cerrar nada, no elegir nada, condenarme a lo de siempre, adornado con muchas ventanas llenas de color al exterior, pero que no son atravesadas y que solo reflejan la luz que existe fuera.



La condena de la falta de compromiso es la falta de plenitud, disfrazada de ligereza y de placer. La variedad sin implicación es hueca, sin transformación personal en manos del otro, entro en la experiencia tal y como salgo.



Creo que en último caso, la falta de implicación, no es más que la falta de confianza en mis recursos, falta de seguridad de que después de vivir la experiencia sabré asimilarla y desechar lo que sobre, para continuar creciendo de forma dinámica, tomando y soltando de las experiencias. Y esto solo se puede hacer con compromiso e implicación en el presente.

25 de noviembre de 2009

Un dios menor

No es lo mismo diferenciar y reconocer las partes que me configuran (personalidad, cuerpo, emoción,...) identificándome con alguna de ellas o secuenciálmente con cada una de ellas que experimentarme como una conciencia unificada, que integra todas. La cuestión diferencial está en identificarnos con una de ellas o sucesivamente con varias, privilegiando linealmente unas en favor de otras, frente al permitir la expresión de la totalidad. El estado de división, originado por la identificación de una o varias partes, nos arroja a un campo de batalla interno que no tiene solución desde un centro de poder. A pesar de que a menudo pensamos es posible y se considera, que esa es la mayor aspiración del hombre maduro, es decir aquel que es capaz de gobernar con orden sus diferentes áreas. Yo creo que esto esconde una falsa sensación de poder personal (soy capaz) en cuanto a que mi ser no me supera y puedo manejarme sin mayores contratiempos. Y creo que estaríamos hablando de un tipo de madurez como adaptación social y no tanto de otra, entendida como integración. Por otro lado la fractura interna, origina luchas internas de poder, donde cada una de las partes reclama su propio protagonismo, boicoteando al resto y trabajando por separado. Cada parte se olvida (y no puede ser de otro modo pues solo existen cuando el centro de poder se identifica con ella, cobrando vida propia entonces) de integrar y armonizar al resto, de modo que emplea la energía disponible en su propio y beneficio, malgastándola en apuntalar las fronteras que separan esas supuestas partes, para controlar unas a otras. Hay una profunda diferencia entre sentirse como fracciones dispersas y sentirse una unidad. Cuando uno se siente una secuencia de partes y se va identificando sucesívamente con algunas de ellas y hasta trata de eliminar el rastro de algunas otras, sencíllamente se convierte en un dios menor, de poca altura, que pierde toda su fuerza en mantener las fronteras que ha inventado. Generálmente este dios menor, es la razón, que somete a todas las demás a su lógica y sus imperativos, en beneficio de la aceptación social. Sin embargo existe una forma de percibirse más extensa, donde no hay batallas internas y que no está al alcance de la razón y que más bien aflora en su ausencia. Así como en la batalla interna el centro de poder (ese dios menor) que creemos gobierna, se desgasta en delimitar qué concesión hace a cada parte y qué antepone a qué, dejándose la energía vital por el camino y tratando de encontrar pactos que no dañen al conjunto, cuando uno se experimenta como totalidad y se permite, no está en conflicto, se vive, no se desgasta, se expresa, no se esfuerza, descansa porque no tiene prisa, ni urgencia, ni conflicto, las cosas son y las experimenta, las vive y las acepta desde una condición de aceptar que eso es lo que toca, sin censura, sin apremio. Creo que cuando uno puede vislumbrar este donde las energías dispersas se unifican, donde uno no se pierde en las partes, sino que se encuentra en la totalidad, hay un sentimiento de dicha, de satisfacción, de esperanza, que le aleja de las tensiones previas donde tenía que haber vencedores y vencidos. Cuando uno roza este ámbito aunque sea ligeramente, pienso que a pesar de no ser capaz en todo momento de desidentificarse con las partes en cuestión, gana un fondo sobre el que edificarse más rico y vital. Ahí el dolor es diferente, es parte de la vida, porque la vida es difícil a veces, pero no es que le demos más peso a una parte que a otra, con la condena de sabernos partidos y en conflicto. Al final confundimos la parte con el todo y a esa parte que le damos un poder un especial, lo encumbramos a la categoría de dios, capaz de generar, gobernar, dirigir y crear nuestra vida, hasta el punto de que debe terminar pareciéndose a lo que hemos planificado, porque de lo contrario sentimos que no somos nada. Así lo unico que conseguimos es que ese dios, se convierta en un tirano, es decir que es un dios menor que solo sabe alimentarse de nuestra falta de conciencia de unidad, pues en cuanto uno alcanza ese lugar y puede quedarse en él, no hay quien pueda ser centro de nada y uno pasa a estar centrado.

22 de noviembre de 2009

Toda búsqueda es anhelo

Buscar es anhelar, presuponer un tiempo mejor al que ir (pasado o futuro). Es comprar tiempo, para salir del presente. Mientras busco miro hacia fuera, no a lo que está ocurriendo, sino a la fantasía de lo por venir. A lo sumo estoy yendo, que no es lo mismo que estar presente. Toda búsqueda conlleva en mayor o menor medida, insatisfacción, exigencia y frustración. Insatisfacción, pues existe un deseo de salir de donde estoy; exigencia, pues requiere un esfuerzo que no es espontáneo y frustración, al no estar en el lugar deseado.

21 de noviembre de 2009

El origen causal

Si existe un origen causal y estuviera ubicado en algún centro del ser, este no está al alcance de la mente. La mente no puede, por más que lo crea, recrear la vida. No puede de la nada originar nada. Tan solo puede fraccionar, trocear, dividir partes de la realidad, poniendo el acento en lo que más le interesa, de donde emerge la sensación de autoría personal de la vida que llevamos. Pero no puede responder que le mueve a destacar esto frente a aquello.

Si rastreamos la causa original, la primera de la que surge lo que se manifiesta, lo que yo selecciono, elijo, señalo, ... esta no está al alcance de la mente, siempre hay una causa anterior, que se le escapa, que le es esquiva a la razón y que le genera miedo. Y creo que el miedo, es que la causa original, solo está (si es que lo está) al alcance del silencio (de la ausencia de mente).

Y entonces ante esta idea, hay quien sugiere ... ¿entonces donde está la responsabilidad personal?... yo no lo sé, pero sino podemos acudir a un lugar desde la razón, para reinventarnos, ¿cómo podemos hablar de responsabilidad?

Que nos asuste la idea de que las cosas suceden, antes de que estan bajo control, puede ser muy humano, pero no invalida la incapacidad del hombre para instalarse en ese centro (si es que fuera posible). Si para darle espacio a la responsabilidad, debemos quedarnos con que la causa original la creo yo, aunque no sepa responder de donde vino, parece que es quedarse a medias.

La mente confunde a menudo, correlación, con causa y efecto. Que dos sucesos vayan de la mano a menudo, no implica necesariamente que uno explique al otro. La mente se cree que si dos sucesos discurren generalmente a la par, estos van uno detrás del otro y así se contruye una identidad ... y le susurra al yo ... tu eres, pues tu hiciste ...



El yo atrapado en el deseo de ser algo, no deja de escuchar la melodía de la mente, que no cesa en destacar aquello que sacia al yo, para darle vida. Y la mente dando vida al yo, lo fortifica, lo aisla, lo debilita, hasta el punto de que el yo se cree sin mirar más allá, que existe una linea que separa las causas de los efectos, como si nada más influyera, como si nada más existiera, como si el ser se diera en el vacio.



Yo no sé si existe una causa original, tampoco si las cosas suceden como resultado de las fuerzas que operan en las circunstancias, si las cosas son sin más o si se puede rastrear en algún lugar, para hacer hombres más felices, que gobiernen y dirijan mejor sus vidas. Lo que sí sé hoy, es que nadie hasta la fecha con sus ideas me ha mostrado ese centro original, al que acudir para reinventarme.



En todo esto habrá quien lea entrelineas una sensación de impotencia, ante la vida, ... entonces no puedo hacer nada para cambiar, ... pero quizá la cuestión no es tanto que puedo hacer para cambiar, sino estar sin más donde estoy.



Tal vez no haya que hacer tanto esfuerzo, ni buscar nada, sino sencillamente ser lo que se exprese y estar en ello, sin intentar salir, ni llegar a ningún lugar. Al fin y al cabo llegaremos donde nos lleve la vida ... por más que nos guste o no.



Llegado a este punto, que reconozco no está atravesado por la experiencia de quien se maneja en esta libertad, pero que al menos la considera, siento un profundo descanso de no tener que estar a la altura de nada y esto me permite darle valor a la vida que se expresa a traves de mi cuerpo y mi mente ... y quien sabe si algún día, de algo más sutil.

20 de noviembre de 2009

Dejar de pensar




Todo pensador (aquel que busca causas y efectos), tiene miedo a vivir (estar disponible a la experiencia, abierto al presente y a responder en función de lo que siente) Sin un pensamiento al que acudir, se pierde en la experiencia; sin una razón para sentir, se desorienta.

El pensador, busca razones y causas para adornar su miedo, sin darse cuenta de que estas, son precisamente las que le dan espacio fuera del momento presente. Busca saber, pero busca siempre fuera del ahora y es al buscar fuera que evita lo que anhela (mayor paz, mayor libertad, mayor presencia), pues con las vestiduras de la razón, disfraza su carencia más fundamental que es que no está aquí, pues teme no saber, no conocer, no controlar, no reconocerse.

El pensador controla en su mente el tiempo ... si pasa esto, entonces, lo otro ... si haces esto, ... entonces haré aquello, ... Pensar para organizar la realidad es la prueba más obvia (oculta al mismo pensador, que alardea de profundidad, donde solo hay enredo, cortes en el tiempo y el espacio, creados para calmar su sed de paz y justificarse) de que no es capaz de asumir la experiencia del presente.

Y lo que parece que esta bastante claro, es que la vida se vive en el presente. Pensar en el presente, no es más que inventar tiempo fuera del presente, o lo que es lo mismo, dejar de vivir, tratando de anticipar lo por venir o consolar lo pasado.

Para llegar a esto, uno tiene que agotar el camino de la razón, con la sequía vital que produce, para poder comprender lo árido que es vivir en el tiempo y en la mente.

La trampa del pensador es que es capaz de inventar puertas de acceso, fantasías de libertad, conjeturas de un más allá, pero olvida que lo que busca, evita.

6 de noviembre de 2009

Sufrir es imaginar el dolor sin fin



El dolor de hoy, no es el de mañana. Sin embargo tiendo a igualarlo y cuando siento que aquel, continuará sin fín, me urge salir. Este salir con prisa de mi dolor de hoy, por no soportar la idea de tenerlo hasta un incierto mañana, no es el dolor en sí mismo, sino sufrimiento añadido.


Hoy estoy donde estoy y no puedo salir de donde estoy, sino ya lo habría hecho. Al prolongar mi dolor en el tiempo, es cuando se convierte en sufrimiento. Por un lado por no alcanzar a ver su fín y por otro por la impotencia de no poder salir de él. Ambas viven si les hago espacio en mi mente; no existen fuera sin más. Son construídas desde la imaginación.


En cambio cuando comprendo que el dolor de hoy, es el de hoy y que mañana no sé que se moverá o abrirá, comprendo y acepto que donde estoy es donde me toca, evito sufrir y vivo el dolor sin más, confiando en que mañana será otro y que podré dejarlo cuando me toque.


Desde aquí, no sólo dejo de sufrir, sino que puedo estar más presente y valorar mejor lo que me rodea, en lugar de estar todo teñido del color de mi tristeza. Sabiendo que es pasajero, algo me recuerda que lo bueno de cada día también cambiará.


La paradoja es que cuanto más vida le concedo al dolor, más capaz soy de vivirlo.

5 de noviembre de 2009

Vivimos persiguiendo, no habitando.

4 de noviembre de 2009

Rendirse es espontáneo ...




Durante muchos años, frente a la angustía de no saber, me alimentaba de ideas y conceptos donde colocar la experiencia, tratando de atrapar la realidad.


Hoy comprendo que la salida es rendirme, es decir dejarme empapar por la experiencia y no bañarme en los conceptos.



Y aún sabiendo esto, no puedo hacerlo de forma voluntaria, pues siempre es previo que no quede espacio alguno a la esperanza, de seguir luchando como hasta ahora.





De esta manera rendirme, es siempre un acto espontáneo, que llega cuando se ha agotado la esperanza, nunca antes.
Cuando me muevo desde mi centro, todo a mi alrededor se coloca.

3 de noviembre de 2009

Todo logro ante terceros, esconde una carencia.

2 de noviembre de 2009

Si me hago cargo de algo del otro, en la misma medida el otro tiene que hacerlo conmigo, en un intercambio de carencias.

1 de noviembre de 2009

Si me alejo de mi centro, la concesión no es dialogo, es expectativa o exigencia silenciosa.

Si me vacio de lo que sobra ...

Cuando me vacío de lo que sobra, me quedo con lo que me aterra (por eso me llenaba antes) ... y con una pregunta inquietante ... ¿que quedará de mi después?

Fracasar para cambiar

Confundimos a menudo el movimiento con el cambio. Hay quien apenas se mueve y cambia en lo profundo; y quien apenas está quieto y no cambia. Los cambios profundos a menudo vienen del fracaso en el movimiento, que se nos muestra de pronto inútil y vacío. Fracasar en el movimiento puede ser una bendición, pues ya sabemos que por allí, por más que insistamos, no está nuestro camino.

24 de octubre de 2009

Dar lo mejor de uno mismo ...



Me pregunto, qué quiere decir que uno da lo mejor de sí mismo.


¿Es posible dar más o menos de lo que damos realmente o simplemente damos lo que tenemos, el resultado de lo que somos sin más?.

¿Puede uno fabricar de la nada una nueva voluntad, olvidar sus condicionantes y dar algo mejor?.

¿A qué parte de uno mismo se puede apelar, para pensar que soy capaz de reinventarme y construirme de nuevo a partir de ahí, sin las condiciones que me configuran?

¿Podemos dar un fruto, sin albergar su semilla?


¿No hace uno lo que puede y no tanto lo que le gustaría haber hecho, a la luz de las consecuencias?.

23 de octubre de 2009

Fuera no encontraré más que motivos para representar mi estado interno.

17 de octubre de 2009

¿Elige uno su vida o es la misma VIDA la que nos elige para expresarse?

16 de octubre de 2009

El desconocimiento de la propia infelicidad, no genera felicidad alguna.

15 de octubre de 2009

Perdiendo el paso

A veces el primer paso, es perder el mismo paso. Ese primer paso, fuera de lo conocido, puede ser el principio del camino tan buscado.

14 de octubre de 2009

La presencia del silencio

Entre las palabras se filtran los silencios. Estos que no hacen apenas ruido, le dan o le quitan la consistencia a las palabras que envuelven. En lo no dicho, se completa lo que se menciona y no por callar, deja de estar presente. Su presencia puede ser demoledora, dejando un rastro de vergüenza, mentira, hipocresía; en otros de lealtad, honestidad o coherencia. Pero nunca deja lo dicho en el mismo lugar.

Restaurar los apoyos



Tan importante es entender la herida, como restaurar los apoyos. Sin ellos, la comprensión, se puede quedar huerfana. Con ellos, uno tiene espacio junto al otro, para recolocar la experiencia.



Al fin y al cabo, casi todo el dolor viene de una falta de apoyo vital para atravesar la experiencia. Pensar que uno solo, puede y debe atravesar todo lo que le toca, está considerado un rasgo de fortaleza. Y esto nos arroja a un mundo de soledad para el dolor.



Si hubieramos tenido buenos compañeros de viaje, para las distintas encrucijadas o tropiezos, seguramente seríamos más humildes y más capaces.

13 de octubre de 2009

Toda angustia es urgencia

Siento que toda angustia, es urgencia ... por llegar, por hacer, por dejar de sufrir, por intentar ser lo que no soy ... entonces solo quiero detenerme y esperar.

La condena del buscador



Mientras persigo la felicidad, mantengo una idea de su alcance, de qué forma tiene que tener, de cómo ha de presentarse y es en esta comparación, que aquello que busco, evito. La felicidad es más una consecuencia que una conquista. Convertirla en meta, es ocultarla. La búsqueda evita el logro.

12 de octubre de 2009

Quien tapa sus sombras, pierde la energía que contienen estas y se reviste de una humanidad hueca, de creer saber, sin saber.

11 de octubre de 2009

Todo diagnóstico del dolor ajeno, que no humaniza al otro, en el fondo solo señala y acusa.

6 de septiembre de 2009

Medias verdades

Hace más daño, una media verdad que una mentira despiadada. La primera tiene vida propia, pues alcanza más allá de la comprensión de su falsedad, ya que abriga una parte de verdad, que es la semilla de la confusión, la raíz de la tela de araña con que envuelve la mentira, con la finalidad de que no se pueda deshacer el hechizo nunca. La segunda tiene vida, mientras se mantiene oculta. Una vez encontrada, es posible combatirla y acabar con ella.


Uno de los males que nos impiden ver el camino, no pocas veces, es quedarnos con medias verdades, que pasamos por ciertas, absolutas y universales. Despejar el camino, entonces se convierte en una labor de desescombro, para poder volver a otorgar un nuevo significado a nuestra experiencia.

Culpar debilita

Culpar, es delegar la responsabilidad de mi libertad. Mientras culpo, no actúo, sólo demando y señalo cómo es mi mapa, pero no ejerzo mi poder, ni delimito lo que sí que puedo hacer y no hago.

Culpar es eludir qué parte pongo yo en que sea así la experiencia, es negar la totalidad y quedarme con la parte, es trocear la situación en fracciones que me justifican, sin darme cuenta de que en ello, alimento mi condena, pues me deja inocente (no sé, ni quiero saber, qué hago para que esto me pase).


Culpar nos desgasta, pues nos deja impotentes, alimenta la creencia de que no lo merecemos y coloca todo el poder en el otro. No resuelve, alimenta el conflicto y lo más triste, separa y nos deja solos.

El centro de gravedad



Es fácil colocar el centro de gravedad emocional fuera, quizá hasta sea necesario, como parte del camino, pero inevitablemente antes o después, uno debe soltarse y adueñarse de él. Crecer en este sentido, sería no salvar a nadie, no buscar atajos y no llenarse de movimiento sin sentido.
La carencia es lo previo, el vacío la consecuencia y la compensación el atajo.

3 de septiembre de 2009

Ver y afrontar









Creo que la madurez, no es más que la capacidad de ver y afrontar. Si falta la segunda, negaré haber visto. Son las dos caras de una misma moneda, solo puedo encarar lo que veo y viceversa. Así considero que no es lo mismo mirar, que ver. Hay cosas que se pueden mirar (observar, contemplar y dejar pasar), pero solo las vemos si las integramos y comprendemos. Hay es donde siento que solo podemos ver lo que podemos enfrentar.

1 de septiembre de 2009

Nutre lo diferente

Nutre lo diferente. Lo identico afianza, dando una falsa sensación de seguridad y pertenencia, pero no enriquece, no desvela nada nuevo. Se podría decir que para reconocerme, preciso de otro que me limite, me devuelva, me transforme, me muestre la diferencia. Sin este otro no puedo descubrirme. Del mismo fondo, no puede salir figura nueva alguna.

Sino materializo nada con el otro, nada construyo. Y lo realmente importante para mi de esta idea, es que sino me encuentro con el otro, es decir sino permito que me transforme y me cambie, no existirá vinculo (la capacidad de construir algo con alguien) o este será muy débil. Si todo lo que hago es proteger mis fronteras al encuentro y niego la intimidad, entonces, lo que se da, sería parecido a lo que se daría en soledad. Es entonces cuando, ante lo poco asimilado de la novedad, todo pasa por conocido y nos deja un rastro de vacío. Es el vacío de no saber llenarse de experiencia y que en una de sus caras puede leerse el aislamiento.

Cuanto más nos nutre, nos transforma, nos enriquece, nos perturba una relación, más puedo construirme gracias a la otra parte y por tanto, más agradezco su presencia, pues en el fondo es con quien me puedo reconocer.

30 de agosto de 2009

La realidad sometida

Tantas veces he detenido mi caminar, en los bordes de lo desconocido, que he tomado por la realidad, tan solo la parte de la misma que he sometido a mi seguridad. Siento temor a lo desconocido, no a lo que parece diferente, pero que es lo mismo. Por eso me creí más libre. Lo diferente, me parecía nuevo, cuando eran variaciones de un tema ya conocido.

28 de agosto de 2009

Contruímos o destruímos

A veces conciliar no es lo mismo que construir, sino sinónimo de permitir, de abandonarme, de no cuidarme, de evitar el conflicto. Otras en cambio enfrentar, construye, porque aclara y devuelve cada cosa a su sitio.

27 de agosto de 2009

Soltar







Tanto esfuerzo pongo en no perderme en el otro, que al final me pierdo en mi mismo. Se ha apoderado de mi una personalidad que suplanta la experiencia, que supone que vive, porque la razona, pero que la evita.



Digo que la evito, porque la aplazo (nunca es segura del todo), la disuelvo (resto importancia a lo que siento y le doy un lugar aparte) y la pienso (abro constantemente puertas para no cerrar ninguna).



Atrapado entre las redes de mi discurso e incapaz de vivir sin el, mi camino pasa por apoyarme en las razones que me den la suficiente confianza como para soltarlas y poder explorar la incertidumbre de no saber.

26 de agosto de 2009

La represión nunca fué salud












La represión nunca albergó la salud. Toda represión tiende a la división. Prefabrica la realidad y la acomoda a un modelo. Fuera de esto, hay que extinguir, no sea que nos invada. La represión nace del miedo, de la falta de la confianza en que podré afrontar esta experiencia con mis recursos. Nace de la negación de partes de uno mismo y de la falta de reconocimiento y espacio a lo que no nos gusta.



Quien reprime impone en algún rincón de su entender, que hay parcelas que deben ser de un modo y permanecer inalterables. Esto da origen a una defensa de lo construído. Edificar sobre este pilar, antes que en la posible renovación del mismo, nos desconecta de la vida.


Pone la energía en la contención, no en la apertura. En su propio esfuerzo por evitar, recorta posibilidades vitales, más allá del centro de obsesión. Tanto pongo en no cruzar las fronteras que eludo, que pierdo de vista lo inmediato. Por tanto la represión provoca falta de lucidez y visión.


La represión aisla, pues no me permite, ni ser, ni expresarme en mi totalidad. No todo lo que deseo me conviene, ni me hace bien, pero debe ser desde la libertad a la renuncia y no desde el temor que reprime.



La represión no solo poda las ramas, nos arranca las raíces, condenandonos a vivir en el aire.


Supone tener una puerta trasera que guardar, por donde en cualquier momento pueden aparecer nuestros peores fantasmas, esto nos impide estar disponibles y presentes, siempre con la atención dividida, no sea que algo se mueva. Supone tener siempre miedo a que ocurra lo que más se teme. Es una enorme privación de libertad personal.


Por último hay quien reprime con tal fuerza, que triunfa en erradicar. Estos suelen sentir que están por encima de los demás amparándose en su fortaleza, cuando lo que suelen alcanzar es un estado permanente de tensión que aflora en los alrededores.

25 de agosto de 2009

Aceptación

La aceptación de la singularidad del otro, solo puede venir de la diferenciación y el conflicto. Al menos el considerar que no lo evito, por temor. Sino me diferencio porque evito el conflicto, no puedo decir que acepto, sino que me resigno. Siento que solo arriesgando el conflicto, puedo llegar a la orilla de la aceptación. Lo demás es evitar el conflicto y vestirlo de aceptación, lo que no alcanza a ser más que resignación. Con esto tampoco apunto a que todo conflicto, tenga que acabar en aceptación, ni todo silencio en resignación. Pero subrayo que si manda el evitar el conflicto, no es aceptación.

2 de enero de 2009

La libertad




Creo que no existe libertad, sin renuncia; ni renuncia sin libertad. Hasta cuando no hacemos nada, es elegir y renunciar. Asumir que el ejercicio de mi libertad, pasa por renunciar a cosas que también deseo, implica reconocer mis límites. Solo se puede uno construir, eligiendo y renunciando, dejando crecer las raíces en algún lugar y dejando caminos sin transitar. Sin este soporte, me quedo en la fantasía de quererlo todo y sin buscarlo, no teniendo nada.